Arquitectos por la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de San Sebastián en el año 2016, los tres integrantes de Anarte comienzan su andadura profesional en el extranjero. El paso por los estudios Septiembre arquitectura de Barcelona, Cruz y Ortiz de Sevilla y Lhoas&Lhoas de Bruselas, se convertirán en experiencias personales enriquecedoras para Maddi, Eneko y Naiara, respectivamente. Tras una temporada fuera, vuelven a coincidir en el País Vasco en 2021, momento en el que nacerá Anarte, como respuesta a las ganas de poner en marcha una práctica arquitectónica propia.
¿Quiénes sois?
Somos Anarte. La palabra Anarte, con su doble significado “entre”/ “mientras tanto” en euskera, nos lleva a una reflexión en torno al contexto espacial/temporal.
Desde el “entre”, intentamos proyectar partiendo de lo existente, de la particularidad del lugar. La referencia “mientras tanto” sitúa el proyecto dentro de una temporalidad en esa transformación continua a la que se somete un lugar.
Nos mueve por lo tanto, un interés hacia el proyectar desde el lugar, buscando a su vez elementos estructurantes que posibiliten un “mientras tanto” continuo, cierta adaptabilidad.
¿Quiénes componen el estudio?
Anarte lo formamos Maddi Urdanpilleta, Eneko Garin y Naiara Otaegi.
¿A qué os dedicáis? ¿Qué tipo de trabajo realizáis?
Desde la práctica arquitectónica, estamos por ahora inmersos en proyectos de rehabilitación; desde reformas de vivienda, a propuestas de rehabilitación de mayor escala como la de caseríos.
En ese interés por una manera de hacer, una manera de construir, nos motivan las diferentes escalas de la arquitectura, sea mediante la rehabilitación o la nueva construcción; el proyectar desde sistemas organizativos o elementos estructurantes de mayor escala, hasta el último pequeño detalle constructivo que se relaciona con todo lo anterior.
¿Cómo se desarrollan vuestros proyectos?
Trabajamos en equipo en las primeras fases del proyecto, para llegar a producir propuestas fuertes/radicales que nacen de las aportaciones de los tres.
Suelen ser propuestas desde el cuestionamiento, que proponen siempre una transformación en el aprovechamiento y la flexibilidad de los espacios. Se trabaja a su vez la materialidad en las intervenciones/elementos para potenciar la propuesta inicial.
Cuando la “propuesta base” ya está definida, el proyecto se convierte en un proceso en el que las ideas van evolucionando, gracias al “input” del cliente y de nuestras respuestas a las diferentes necesidades que van surgiendo.
¿Qué recomendaciones darías a los que empiezan?
Que se enfrenten a la nueva aventura con confianza e ilusión. Al poner en marcha un proyecto propio, hay cierta “ingenuidad” que ayuda a que las propuestas nazcan desde esa radicalidad proyectual de la que hablábamos antes y hace que el camino sea un aprendizaje lleno de ilusión.